Experimentos científicos han demostrado cómo la activación de partes del cerebro que se producen con la práctica de la bondad son muy beneficiosas. Un ejemplo de algo que activa estas prácticas de bondad es el
voluntariado que realizamos todos los sábados en Huellas en donde compartimos una tarde con niños y/o abuelos realizando actividades.
Para nosotros no hay mayor expresión de grandeza que la bondad. Según
Mario Alonso Puig cuando vemos a alguien bondadoso, algo muy profundo resuena en nuestro interior. Da la sensación como si dentro de nosotros, la bondad que habita en lo más hondo de nuestro Ser despertara al verse reflejada en ese acto bondadoso que contemplamos.
Hay una hormona de excepcional interés en la medicina que se llama oxitocina. La oxitocina entre otros efectos, tiene una función protectora sobre el corazón. Resulta fascinante saber que se ha demostrado en estudios médicos que cuando una persona tiene un gesto de bondad con otro ser humano, suben los niveles de oxitocina en la persona que lleva a cabo el acto bondadoso, en la persona que lo recibe y también por muy sorprendente que parezca, en la persona que lo contempla.
El amor cambia el cerebro
También resulta de un enorme interés la investigación realizada en el campo de las neurociencias y que demuestra que el ejercicio de la bondad tiene un impacto muy significativo tanto en el cerebro como en otras partes del organismo.
Gracias a que una serie de expertos en meditación se brindaron a convertirse en “conejillos de indias”, se ha podido saber qué es lo que ocurre en el cerebro de una persona cuando realiza un ejercicio de meditación que se denomina de benevolencia, compasión y amor altruista. En este ejercicio, el voluntario, introducido en el interior de una cámara de resonancia funcional magnética, la cual puede medir con gran precisión la actividad cerebral, empieza a experimentar el amor que siente hacia personas a las que se siente muy unido. A continuación, proyecta esos mismos sentimientos a personas con las que se siente menos conectado afectivamente y, finalmente, proyecta esos mismos sentimientos de benevolencia, compasión y amor altruista al mundo entero.
La activación del sistema nervioso parasimpático produce una mayor actividad del sistema inmunológico que nos protege frente a bacterias, virus y tumores. Lo que resulta asombroso, es ver cómo a medida que esa persona se va sumergiendo en dicha práctica meditativa, el cerebro empieza a cambiar su modo de funcionamiento. Lo primero que se observa es una intensa actividad en la región prefrontal izquierda. Esto significa, ni más ni menos, que esta región del cerebro tiene una estrecha relación con dichas experiencias de benevolencia, compasión y amor incondicional. Cuando se observa un aumento de la actividad en una región del cerebro, esa misma región también se está fortaleciendo. Sería algo así como un músculo que aumenta de grosor y se hace más robusto cuando levantamos una pesa y lo ejercitamos.
El tipo de cambios que tienen lugar en las neuronas de esta región son muy variados. Por una parte se forman nuevas conexiones entre las distintas neuronas y por otro, aumentan los receptores en la propia membrana de esas mismas neuronas. La membrana es lo que rodea a la neurona y los receptores son las puertas de entrada para que los estímulos que le llegan a una neurona procedentes de otras, generen un impacto en dicha neurona. De esta forma y poco a poco, estos nuevos receptores hacen que las neuronas se hagan de alguna manera “adictas” a experimentar dichas emociones de benevolencia, compasión y amor altruista. Eso quiere decir, que de forma cada vez más natural, nuestro cerebro nos va a impulsar a experimentar esos sentimientos positivos y a buscar esas experiencias de afecto y cercanía inhibiendo los sentimientos de miedo.
El aumento de actividad de la región prefrontal izquierda no es asunto menor por varias razones, que describiré brevemente: cuando se activa esta región, se inhibe la región contralateral, esto es la región prefrontal derecha. Esta región es en gran medida la que nos hace ver el mundo de una manera sombría y la que genera esos sentimientos de miedo que muchas veces son tan exagerados.
Además, la activación de la región prefrontal izquierda activa lo que se denomina el sistema nervioso parasimpático. Esta es la parte del sistema nervioso que promueve la serenidad mental y la reparación del desgaste que experimenta el organismo. La activación del sistema nervioso parasimpático, además produce una mayor actividad del sistema inmunológico que es el que nos protege frente a las enfermedades. Como no puede existir auténtica felicidad sin el otro, da la impresión a la vista de lo expuesto, que cuando somos bondadosos con los demás, sin buscarlo, también nosotros nos beneficiamos.
Fuente